El dolor crónico en la población pediátrica es un problema significativo en todo el mundo, con una prevalencia estimada de hasta un 40%, con un 5% de los niños y adolescentes presentando una discapacidad severa.
En general los niños y adolescentes con dolor crónico o recurrente son sometidos a una amplia investigación por parte de muchos médicos antes de ser remitidos a un especialista.
El pronóstico y el dolor original empeoran mientras se espera un tratamiento adecuado, con el creciente riesgo de discapacidad y cronificación hacia la edad adulta. El manejo debe ser temprano y multidisciplinario (trabajo en equipo).
Las consecuencias para los pacientes con dolor crónico es un mayor riesgo de tener un deterioro en la actividad física, reducción en su calidad de vida, evasión escolar, ansiedad, depresión, aislamiento social y alteraciones del sueño, entre otros.
¿Qué lo causa?
El dolor crónico puede ser provocado por un trauma físico, afecciones médicas como una infección, o por cirugías u otros procedimientos médicos. Sin embargo, en muchos casos, los síntomas no pueden atribuirse a ninguna causa en particular.
Las condiciones de dolor crónico más comunes que afectan a los niños y adolescentes son la cefalea, el dolor visceral y el musculoesquelético. El dolor es más frecuente en las niñas y la prevalencia es alta a los 14 años.
¿Cómo se diagnostica?
Con la clínica del paciente. Usualmente es necesario un tratamiento bajo varias especialidades, es decir otras valoraciones médicas y de diferentes ramas de la medicina.
Según el tipo de dolor puede ser necesario hacer imágenes.
¿Cómo se trata?
Lo más importante es la educación. Explicar el tipo de dolor, causa, expectativas y pronóstico. Es importante tener buena empatía con el médico tratante, la relación médico paciente puede marcar una diferencia.
La mayoría de dolores en los niños tienen buen pronóstico y muchas veces mejoran solo con terapia física y rehabilitación. Sin embargo, el dolor en la población pediátrica esta asociado a un componente emocional y esto puede repercutir en el futuro del paciente, por lo tanto, el acompañamiento de psicología y psiquiatría es imprescindible!
Cuando el dolor no mejora, pueden emplearse algunos medicamentos. La prescripción debe hacerse por un especialista (en dolor y enfocado en el manejo de niños), bajo criterios precisos y con vigilancia estricta (casi ningún medicamento cuenta con recomendaciones fuertes para usar en los niños).
En casos extremos pueden hacerse procedimientos intervencionistas (usualmente bajo anestesia).
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